domingo, 4 de septiembre de 2011

ROMPAMOS LA MEDIOCRIDAD JURÍDICA


El triste sometimiento de nuestro ordenamiento jurídico a Francia es un duro fardo que cargamos los dominicanos desde los primeros años de la ocupación haitiana a nuestro territorio.

Al surgir en Francia el Código Civil, a instancia de Napoleón, aquel país tenía una economía eminentemente agrícola, motivo por el cual era necesaria una constante renovación de los postulados enarbolados en dicho código ya que dicho país fue transformando su estructura económica y con ella también su estructura social.

La ley es una concreción cultural que surge evolutivamente, al compás de un lento caminar de siglos. De eso no hay duda alguna, pese a que muchos de mentes roñosas no lo quieran ver así.

Se ha dicho muchas veces que el significado de la ley no es inmutable. Se mantiene en un incesante movimiento: es la única posibilidad de evitar la cerrazón mental entre los que intervienen en el espinoso camino de la justicia.

Nuestro Código Civil se mantiene, salvo muy escasas modificaciones estructurales, en un letargo eterno. Estamos, en materia jurídica, durmiendo el sueño de los muertos.

No podemos seguir ubicados en una etapa jurídica tan atrasada. Tenemos que romper con todo el armazón anticuado que, en materia jurídica, nos tiene prácticamente aislados de los más modernos adelantos producidos en el mundo.

Hay que sondear, con visión escrutadora, el espíritu que inspiró a los legisladores franceses de antaño; ello así porque en el ancho y profundo campo de lo jurídico se observa siempre la realidad concreta del momento de su aplicación.

El inmediatismo casi siempre ciega la capacidad óptica para vislumbrar el futuro, de ahí que es necesario ir cambiando las bases jurídicas en sincronización con la evolución social.

El derecho es una ciencia normativa. Sus postulados no deben mantenerse al socaire de una olímpica indiferencia como la que secularmente ha abatido a nuestro Código Civil.

Estamos huérfanos de leyes que se ajusten a la idiosincrasia del pueblo dominicano.

Nuestro Código Civil, por ejemplo, ya no se ajusta a la realidad del pueblo dominicano (por lo menos en gran parte de su articulado). No cumple con los cometidos que se deben llenar en una sociedad como la nuestra.

No podemos ver la ley como un mero silogismo. Es necesario tomar en consideración los aspectos de carácter lógico y axiológico a la hora de formular las conceptualizaciones jurídicas.

Rompamos desde ya (que tarde es) con el asqueante colonialismo jurídico que nos tiene atados a Francia y formulemos nuestros propios postulados aprovechando, eso sí, la experiencia de otros países.

Estamos en la obligación ineludible de construir el edificio de nuestras normas jurídicas, de suerte que éstas provoquen interés en otros ordenamientos jurídicos.

De lo contrario siempre estaremos imbuidos de ese espíritu de mediocridad y enanismo en que lamentablemente vivimos, pese a la existencia de verdaderos paradigmas que aún prevalecen como estrellas refulgentes en el parnaso jurídico criollo.

“Ales Jacta Est”, como dijo Julio César al atravesar el Rubicón.

Teófilo Lappot Robles
Publicado en el periódico El Sol, 12 de mayo 1979.





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