martes, 13 de septiembre de 2011

Preliminar libro sobre Higüey


La historia de un país es la sumatoria de los hechos singulares de los pueblos que lo conforman.
Esa premisa es válida desde cualquier atalaya que sirva de base para enfocar la fenomenología de los puntos culminantes del hombre.

Por ello es digno de encomio que cada pueblo presente al juicio público la argamasa de sus hitos históricos y que relieve con los caracteres indelebles de la imprenta todas las vertientes que le dan razón de ser como núcleo poblacional.

Partiendo de ese detalle hay que recibir con renovado alborozo la fecunda idea del dilecto amigo periodista Livio Mariano Cedeño de la Cruz, quien con esta obra, Historia para la Provincia La Altagracia, detalla el maravilloso discurrir histórico de esta parte del país, al mismo tiempo que constituye un grandilocuente aporte a nuestro parnaso cultural.

La Provincia La Altagracia, cuya fundación data del 27 de febrero de 1963, tiene como eje poblacional a la villa blasonada de Salvaleón de Higüey, fundada por el conquistador español Juan de Esquivel en el lejano 1503. Es un cuadrante de casi quinientos años en uno de cuyos extremos aparece una aldea de aspecto bucólico y del otro lado una ciudad con las cornisas de la vida moderna.

El libro que se presenta a la consideración de los lectores es un arcoiris que abarca la historia tachonada de valentía sin par de los hombres y mujeres que han poblado esta ubérrima zona del país desde el cacique Cayacoa y la bella Adamanay hasta nuestros días.

A través de las sendas deliciosas del esfuerzo documentacional que nos brinda Livio Mariano Cedeño De la Cruz nos encontramos con que los precursores de nuestra nacionalidad siempre recibieron el respaldo militante de nuestros antepasados higüeyanos. Eso significa que como pueblo nuestra parte alícuota en las luchas patrias siempre fue cubierta con creces.

Este libro nos revela el denuedo, el tesón, la gallardía y la altivez con que labraron el futuro y enfrentaron el peligro nuestros mayores.
En sus páginas afloran las más elocuentes pruebas del por qué la mayoría de los historiadores nacionales reservan capítulos especiales para exaltar las fibras patrióticas de los higüeyanos. Sin duda de ninguna especie, nos toca un hilo inmarcesible del cañamaso glorioso de las luchas independentistas y restauradoras.

El autor de Historia para la Provincia La Altagracia demuestra, con las estadísticas a mano, que esta comunidad ha tenido en los últimos veinte años un crecimiento extraordinario en todos los órdenes.

En la páginas siguientes comprobamos que las últimas generaciones de “altagracianos” se han esmerado en el cultivo del intelecto y esta provincia tiene uno de los más elevados índices de profesionales en todas las ramas del saber. Las rémoras sociales y los detritus, que también los hay, son la parte oscura de todo conglomerado humano, sin necesidad para confirmarlo de acudir a la antropología, la sociología o la sicologìa.

La Altagracia es una provincia donde se cultiva con gran interés el cristianismo, siendo el centro de la adoración mariana en el país. La Iglesia Católica siempre ha sido predominante en esta zona, habiendo tenido su etapa de mayor esplendor cuando era pastoreada por el insigne obispo Juan Félix Pepén Solimàn. Las demás denominaciones cristianas también han tenido un crecimiento vigoroso lo cual se comprueba en todos los rincones de la basta geografía de esta provincia.

Nuestra provincia tenía antaño una economía famélica, basada esencialmente en la ganadería extensiva y un comercio cuyo soporte principal eran simples pulperías de menudeo, pero de un tiempo acá la situación se ha revertido positivamente, y aunque aún hay mucho desempleo, ya comienzan a observarse los signos vitales de una economía en franco despegue hacia un desarrollo sostenido, gracias especialmente a que nos hemos transformado en uno de los más vigorosos polos turísticos del área del Caribe, contando con varios resorts de fama mundial.

Este libro tiene la gran virtud de que nos enseña lo que fuimos, lo que somos y qué tenemos que hacer para continuar trazando las vías del progreso. Si hoy somos una provincia cosmopolita, donde habitan seres de las antípodas, eso significa que somos un imán que atrae a muchos, pero no podemos olvidar nuestros orígenes y debemos preservar nuestras esencias primigenias.
La lectura y la asimilación de esta importante obra nos ayudará en mucho a ser celosos guardianes de nuestro pasado, fervientes defensores de nuestro presente y escultores de nuestro futuro.

Teofilo Lappot Robles
Publicado el 3 de agosto de 1995.

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