miércoles, 7 de septiembre de 2011

LILIS Y TRUJILLO

Lilís y Trujillo recorrieron los vericuetos del crimen con una asombrosa y morbosa delectación. Sus gobiernos tuvieron una particularidad común: ambos se sustentaban sobre el crimen despiadado contra todos aquellos que no les eran afectos e inclusive contra algunos de sus partidarios. No pocas veces actuaron como Saturno, el personaje mitológico que devoraba sus propios hijos.
Ambos personajes actuario en plena competencia con los más crueles dictadores de la época en que se desenvolvieron. Fueron malos entre los malos y no se quedaron detrás de nadie en eso de asesinar por placer, capricho o conveniencia política a cientos de seres humanos.

Luis F. Mejía, en su libro:“De Lilís a Trujillo”, señala que “los contemporáneos de Trujillo, Vicente Gómez, en Venezuela con sus grillos y sus largas prisiones y Gerardo Machado, en Cuba, con sus asesinatos, hubieran rechazado indignados un parangón con él.”
Con relación a Lilís, la pantera negra, como le llamó el escritor colombiano Juan María Vargas Vila, podemos afirmar categóricamente que no le llevaba gran gabela el vesánico Dr. Francia, quien fue dictador perpetuo del Paraguay, hasta su muerte.

Ni Trujillo ni Lilìs tenían nada que envidiarle en materia de crueldad al ajusticiado García Moreno, dictador ecuatoriano, fanático en demasía de postulados dogmáticos. Ni l cruel Juan Manuel Ortiz de Rosa, quien mantuvo un régimen de terror en el Argentina, durante 17 años, hasta que fue derrocado por Justo José de Urquiza, en Caseros. Ni al beodo y cínico Melgarejo en Bolivia.

Como se puede intuir de este paralelismo, ni Trujillo ni Lilís se quedan atrás en eso de haber ejercido con manos férreas los destinos del país. Ambos mantuvieron un claque de cortesanos que cual esquiroles de una truchimanería procaz se mantenían al tanto del más mínimo movimiento.

Ambos explotaron y saquearon a su pueblo hasta lo inefable. Uno y otro fueron prolíficos en eso de fecundar mujeres ajenas. Don Juanes del Caribe…con elocuencia seductora o sin ella (…?...)

Trujillo fue un sádico racista, lo que se comprueba no sólo en la praxis de su obra de gobierno, sino en declaraciones que dio a su gran amigo Juan Domingo Perón y que aparecen en un libro intitulado: “Yo, Juan Domingo Perón”, que en realidad es una crónica periodística, un condensado del cual fue publicado por la prestigiosa revista dominicana Renovación.

Lean estas cosas que decía Trujillo del pueblo dominicano y saquen ustedes mismos sus conclusiones:

“En Santo Domingo el 80 por ciento de la población es negra y al negro no puede ayudársele con una obra social porque la destruye, la descompone en seguida”.

“…En Santo Domingo hay que hacer algo así como una justicia social , paternal y eso es lo que yo hago…He comprobado que el reparto de tierras no vale en Santo Domingo, porque las tierras que yo regalo los negros las venden al cabo de un año”.

En cambio Lilís, que era negro, sacó partido de su color para hacer política con los de su misma raza, como señala el historiador venezolano Horacio Blanco Bombona, en su libro “El Tirano Ulises Heureaux”.

Blanco Fombona pone este ejemplo muy ilustrativo de lo que escribo: “Un carpintero de importancia en San Carlos, habíase comprometido a apoyar la candidatura presidencial de Don Casimiro N. de Moya; Lilís le citó a la casa de un amigo. Le recibió con aquella cortesía que le era congénita. Pidió un espejo. Véase bien, le dijo’ Véame a mí. Usted y yo somos negros ¿Qué hace usted con esos blancos? Y logró, por medio tan persuasivo, que el carpintero, hombre popular en el barrio, desertara las filas moyistas.”

Trujillo se aspavientaba de su blancura y de su “ascendencia hispánica”. A base de pomadas y jabones especiales, siempre tenía la piel “rosada”, pero se olvidaba que era biznieto de la haitiana Yideta Chevalier. Lilís , sin embargo, según el escritor Enrique Henríquez, no le preocupaba el color.

En Montecristi había un hacendado desafecto a su régimen, quien lo negreaba frecuentemente. Lilís le hizo venir a su despacho presidencial. No lo recibió durante varios días. Al cabo ordenó que lo pasaran a su presencia. “Ah, pero es usted Don Fulano de Tal” Yo creía que usted era más blanco y quería mandarlo a Europa con un cargo diplomático, pero los negros como usted y como yo, no servimos para esas cosas. Así es que me dispensa por haberlo molestado”.

No se sabe si a esto se le puede llamar ironía, pero si no lo era se le parecía mucho.

Pero saliéndonos de las diferencias de carácter, en ciertos aspectos, entre los dos arcontes epónimos, volvamos a sus coincidencias perversas y fatales para la dignidad de los dominicanos. En cierta ocasión un nutrido grupo de intelectuales fueron apresados por supuestamente estar conspirando contra el lobo del caribe –Trujillo-.

Fueron llevados a las oficinas de Alto Comando del Ejército, donde se les colocó en fila, rodeados de soldados armados. En seguida se presentó ante ellos el Jefe con un seño iracundo en el rostro y les dijo: “He venido a conocer a los asesinos que me quieren matar. Ustedes son unos hijos de…¡Sálganse ahora! A mí me sobra lo que a ustedes les falta”.

Sin tardar mucho inició su “combate” frente a enemigos inermes, descargando su bastón sobre cada uno de ellos y diciéndoles toda clase de insultos.

Por otra parte, según Blanco Fombona, durante la época de Lilís solían morir muchas gentes de un mal llamado “órdenes superiores”.

Mientras a Trujillo no le importaba mucho que sus favoritos y beneficiarios demostraran sus riquezas, Lilís era todo lo contrario y decía a éstos: “No hagan gritar la gallina cuando la despluman”.

¿Será uno de estos dos el Patriarca caribeño del que habla Gabriel García Márquez, en su obra “El otoño del Patriarca”. ¿Se metieron los gallinazos en el Palacio de uno de ellos o de los dos? ¿Pastaban las vacas en sus aposentos, o los cuervos les despertaban las siestas?

Que conteste la historia.

Teófilo Lappot Robles
Publicado en el periódico El Cometa, Higüey, 16- marzo-1977

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