viernes, 23 de septiembre de 2011

MANUEL DE JESÚS GALVAN

(Publicado en septiembre del 1981, periódico El Cometa).

La vida de Manuel De Jesús Galván fue muy intensa. Nació en la capital de nuestro país en el año 1834. Su primera función pública fue como secretario personal del dictador Pedro Santana.
Fue un entusiasta partidario de la Anexión a España. Durante ese oscuro período ocupó importantes cargos. Segùn se observa, gracias a las reseñas históricas hechas sobre él, era un hombre muy veleidoso. Me contaba en días pasados un distinguido intelectual dominicano, con cuya amistad me siento honrado(pues a pesar de la gran diferencia de edades y de conocimientos me ha permitido penetrar a su círculo de amigos) que en una ocasión Don Eugenio María de Hostos se encontró con su amigo Galván en la histórica calle El Conde y le espetó de esta manera: ”¿Cómo está pensando hoy ese estómago?”.
Pero como quiera que este espacio no es para hacer una cronología de los puestos desempeñados por ese brillante intelectual criollo, voy al grano de inmediato, como diría Alejandro Dumas.
Desde niño sintió el autor de “Enriquillo” un verdadero deseo por las letras. A los 20 años incursionaba de lleno en los predios literarios. A esa edad, en unión con varios jóvenes escudriñadores de la literatura, forma la sociedad cultural “Amantes de las Letras.
Esa institución marcó un hito en las letras vernáculas, pues sirvió de incisivo acicate para los jóvenes de aquel tiempo, que con la aparición de esa sociedad sintieron una ebullición interior por la literatura.
Manuel de Jesús Galván fue el más notable de los novelistas dominicanos del siglo diecinueve. Asombró a toda América Latina con su famosa novela Enriquillo, obra que por su contenido literario y realismo auténtico constituye una verdadera joya literaria que ha enriquecido elocuentemente las letras criollas.
Por su valor histórico y su contenido literario fue incluida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en su colección de obras representativas de la Literatura Universal.
Quien escudriña los actos que han escrito páginas hermosas de nuestra historia difícil y convulsa encuentra en la lectura de Enriquillo el génesis más pródigo de la narración indígena.
He encontrado en esa obra, y en “Mulata de Tal” del guatemalteco Miguel Angel Asturias, cierta afinidad en cuanto al contenido esencial, por la forma aguda y patética en que se narran los episodios más graves de nuestro pasado colonial.
Da la impresión de que Galván, al escribir su obra, sintió en su fuero interno una rebeldía inenarrable y quiso volcar todo cuanto latía en su corazón.
No me explico cómo un hombre con esa mentalidad tan españolizante tuvo el coraje de escribir un libro que, como Enriquillo, es proclive a la denuncia.
Por ejemplo, en Enriquillo se lee un párrafo que resume elocuentemente la rebeldía del jefe indígena cuyo nombre tiene la obra:
“El alzamiento del Bahoruco aparece como una reacción; como el preludio de todas las reacciones que en menos de cuatro siglos hubieron de aniquilar en el Nuevo Mundo el derecho de Conquista”
¡Que prosa tan galana ¡Que contenido tan humano! ¡Que facundia tan notable¡Que derroche de humanitarismo!.
Realmente escribir una obra literaria donde se mezclan, en perfecta armonía, novela, historia, cuento y poesía, no es nada fácil. Se requiere un estudio amplio y un espíritu de indescriptible abnegación.
No se anda despistado si se dice que al escribir su obra cumbre, Galván comprendió que nuestra tierra, la dulce tierra que encantó con una hada a los foráneos navegantes de ultramar, acoge dulcemente en sus ríos, caminos, montañas escarpadas, valles y praderas, alguna narración desconcertante que se debe rememorar para que todo el orbe conozca cosas que parecen nimiedades, pero que en realidad son datos y hechos impredecibles para darle un matiz serio a nuestra historia.
En “Enriquillo” se resalta la límpida figura de Enriquillo, el valiente y sosegado cacique del Bahoruco.
Estoy de acuerdo con lo que dijo el apóstol de la independencia cubana, José Martí, en una carta que envió a Galván el 19 de septiembre del año 1884, fechada en New York. La carta en cuestión dice, entre otras cosas, lo que sigue: “Acabo en este momento de leer su “Enriquillo”.No supe decirle adiós desde que trabé con él conocimiento y quedamos tan amigos, que se lo he de ir presentando a todo el mundo para que me lo alaben, como si fuera cosa mía; lo cual es, por ser como será en cuanto se lo conozca, cosa de toda nuestra América.
En este párrafo elocuente, escrito por uno de los prohombres más ilustres que ha tenido América, se sella definitivamente el gran valor que para las letras nacionales tiene esta obra deslumbrante.
Alguien dijo que Enriquillo es la justicia corrompida. Me inclino reverente a rendir pleitesía a esta digna afirmación.
Desde cualquier ángulo que se le vea, el libro Enriquillo es una escuela que depara a torrente su rico caudal de sabiduría; es una verdadera fuente inagotable de investigación para los jóvenes de esta y todas las generaciones que surjan en el devenir histórico que envuelve nuestra Patria.
El poeta José Joaquín Pérez, que fue muy amigo de Galván, señaló que:
“De un simple párrafo de Herrera y de Las Casas, acerca de las bodas de Diego Velázquez con la noble María de Cuellar ha sacado el autor materia para bellísimas y deliciosas pinceladas sobre los amores de ésta con Juan de Grijalva y la rivalidad del adelantado.
Y hay nada más poético que esa unión de aquellas dos almas hechas la una para la otra, Enriquillo y Mencía que desde los albores de la adolescencia vislumbraron el porvenir de su ventura”.
Galván consideró que es dable la construcción literaria en cuya edificación lo histórico mezclado con lo narrativo puedan ser esquematizado.
Una técnica inmensa y profunda he podido notar en la lectura de Enriquillo y que muy bien supo aquilatar Martí cuando dijo es una “novísima y encantadora manera de escribir nuestra historia americana”.
Muchas personas se preguntan por qué Manuel de Jesús Galván brilla con tanto resplandor en las letras del Continente Americano si sólo escribió un libro.
Se tiene la idea de que el escritor importante es aquel que publica más libros. Nada más falso. La calidad se puede conseguir con un solo libro.
Pero la causa de que Galván sólo escribiera como libro a Enriquillo hay que buscarla en la situación política que prevalecía en el país en la época que a él le tocó vivir.
Es un artículo publicado el 13 de enero del año 1935, en el periódico La Nación, de Buenos Aires, Argentina, el gran humanista dominicano Pedro Henríquez Ureña se expresa de esta manera:
“Abundaron en la América española, durante el siglo XIX, los autores del libro único. En nuestros primeros cien años de vida independiente resultaba difícil para nuestra inquietud y desasosiego la forma larga y lenta del libro; más difícil aún el imprimirlos... Manuel de Jesús Galván es de los escritores de libro único...Ni antes había escrito otro, ni otro escribió después”.
Galván llama a su obra “leyenda histórica”, pero para Martí no es leyenda, sino historia. No quiere esto decir que sea historia en el sentido clásico, pero historia al fin y al cabo, aunque con la extrema influencia del tipo de historia que de la conquista elaboró el ladino Fray Bartolomé de Las Casas.
Muchos críticos consideran que Galván escribió simplemente para meterse en la moda de la fiebre indigenista de entonces. Otros, en cambio, enarbolan la consigna de que tuvo honda motivación de denuncia contra las injusticias.
De los libros que narran las epopeyas y la vicisitudes de los indios, que he tenido la oportunidad de leer, considero como el más elocuente a Enriquillo. Lo digo a sabiendas de que el indigenismo tuvo sus momentos más brillantes al través de poemas como “La Araucana”, de Alonzo de Encilla. Este poema épico narra la conquista de Chile, a veces inclinado a la tenue procacidad, pero en sentido general noble y heroico, donde se valoriza el nacionalismo intrínseco de los jefes indios Lautaro, Galvarino, Tucapel, Rengo y sobre todo el del grandilocuente Caupolitán.
También son dignos de mención “Bernardo”, de Valvuena y “Fantasías Indígenas”, de nuestro poeta José Joaquín Pérez.
No queda margen a duda que Enriquillo es el más representativo de todos los libros que sobre indigenismo se han escrito en América.
“Parece como que la toma de conciencia sobre injusticia abominables, que asume proporciones siniestras y plurales en Latinoamérica durante esos años, - época del indigenismo- y la militancia de escritores en movimientos revolucionarios encuentran en el relato vías de escape a la delación o a la formulación del documento requisitorio”. Así se expresa Edmundo Valdez en su ensayo sobre la antología del cuento Latinoamericano.
Enriquillo fue un personaje singular. La historia, o más bien los que escriben la historia, no han analizado aún, con toda la fuerza de verdad histórica que se merece, a este personaje. Algunos historiadores dicen que Enriquillo fue conquistado espiritualmente por Europa.
Se sabe, eso sí que el valiente cacique fue educado en la Verapaz por los frailes de San Francisco, y que siempre practicó la religión que allí le inculcaron. Juan de Castellanos en sus Elegías de varones ilustres de Indias, lo llama “gentil lector, buen escribano”.
Pero esa ligazón, que por fuerza de las circunstancias tuvo con los españoles, no impidieron que Enriquillo, ante el acoso inmisericorde de que eran víctimas los de su raza, se sublevara y exigiera respecto para los indios.
Duró catorce años combatiendo a los españoles (1519-1533). Sólo cesó en su tenaz lucha cuando el entonces emperador Carlos V se rindió por medio de una carta que le fue entregada al indómito indio por el capitán Francisco Barrionuevo. Pero antes, además, fray Bartolomé de Las Casas tuvo que penetrar las sierras de Bahoruco a llevar las palabras melifluas de la paz.
Galván y la Política
Por más que uno quiera evadir el tema, no se puede hablar de Galván sin mencionar su papel en la política dominicana. Papel por demás altamente funesto para el país.
Leyendo con perspicacia la carta de Martí a Galván, se nota claramente que el Apóstol no tenía relaciones personales con éste, y no podía tenerlas porque mientras Martí luchaba por una causa nacionalista, Galván se codeaba con los españoles y era un fervoroso anexionista.
En el año 1862 fundó el semanario “La Razón”, en ostensible deferencia hacia la Anexión a España. En ese órgano periodístico, según cuentan los historiadores, lanzó fulminantes diatribas y libelos anatematizantes contra los hombres de la Restauración , tildándolos de “traidores sin fe ni opinión” y llegó a decir y escribir que la “dominación española es el áncora de salud de todos los principios sociales contra los elementos deletéreos que amenazan a Santo Domingo”.
Cuando la guerra de Restauración terminó Galván se radicó en Puerto Rico. Pero por “un designio inescrutable de la naturaleza”, como dijera Meriño, el que asume el poder es Báez, quien abogaba por la anexión a Norteamérica.
Eso hace que muchos restauradores salgan al exilio y allí Galván entabla “amistad” con ellos para conspirar contra Báez.
Pero cuanto un grupo de patriotas de virtudes acrisoladas le pidió que firmara un documento de protesta por la Anexión que quería realizar el macabro dictador Báez, que cual Nerón de nuevo cuño desgobernaba con úcases despóticos al país, se negó, demostrando así su auténtica vocación política antinacional.
El doctor Juan Isidro Jiménez Grullón dice que cuando comenzó a declinar la estrella política de Luperón, Galván se vinculó con Lilís, con cuyo absolutismo quedó a la postre solidarizado.
Fue ministro de Lílis. Eso lo pinta de cuerpo entero. Fue secretario personal de Santana. Voz influyente en los círculos económicos de La Nación.
Es lamentable que no sean más los críticos que le censuren a Galván su sacrílega posición de carácter eminentemente anexionista. Pocos han sido los que se han atrevido a romper, con el ariete de la verdad histórica en las manos, los negros nubarrones tras los cuales se escudaba este personaje.
El intelectual Miguel Aníbal Perdomo dice que “no obstante los méritos de Galván como novelista, su obra no basta para justificar sus torcidas creencias políticas”.
Joaquín Balaguer, en su “Historia de la Literatura Dominicana” le critica la carencia del sentido del paisaje, demostrando de este modo la falta de nacionalismo del célebre novelista.
Realmente Galván fue un hombre paradójico y sorprendente. Uno no se explica cómo un hombre que es capaz de escribir una obra de un profundo contenido social es al unísono capaz de servir y medrar bajo el paternalismo de los más negros y bastardos intereses de su tiempo.
En los tiempos más cruciales en que nuestra tierra sufría las vejaciones más viles de parte de extranjeros protervos que llegaron hasta aquí con el único objetivo de robar y destruir todo cuanto estuviera a su alcance, Manuel de Jesús Galván tuvo la infeliz e infecunda osadía de adherirse sumisamente a los deseos de esos foráneos.
Tuvo el desprestigiado honor de ser uno de los más fervorosos y obsecuentes entreguistas de nuestra tierra a un poderío extraño que traía consigo la cizaña del odio, del latrocinio y de la destrucción de nuestros caros valores.
¡¡Rosas al literato Manuel de Jesús Galván!! ¡¡Espinas al político entreguista y anti dominicano Manuel de Jesús Galván!!

TEOFILO LAPPOT ROBLES
(Publicado en septiembre del 1981,periódico El Cometa).

1 comentario:

  1. Excelente trabajo sobre la literatura dominicana y sobre todo de este pilar de nuestra cultura quien escribió esta novela, crónica novela o novela histórica según el título con el que designo mi artículo dedicado a su novela. Espero quedarme en ese espacio y seguir leyendo su interesante trabajo sobre los escritores dominicanos más sobresalientes en nuestra história. Saludos

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