jueves, 1 de septiembre de 2011

PRESENTACION DEL LIBRO VIVENCIAS HIGUEYANAS


Constituyó para mí un inmenso placer que el Lic. Josè Clemente De Jesús Reyes, el querido Chichí se fijara en quien les habla para escribir el prólogo del libro que esta noche estamos poniendo en circulación, titulado VIVENCIAS HIGÜEYANAS.
Ahora me siento refocilado en mi propio ego al conferirme el honor de hacer la presentación del mismo en este edificio del Colegio de Periodistas Dominicanos, que simboliza los afanes, el martirologio y el aporte permanente de los periodistas dominicanos para que cada día nuestra sociedad se concientice más del papel que le toca jugar en el concierto de los pueblos del mundo.
Los lectores de este maravilloso libro disfrutarán un verdadero arcoiris de hechos y personajes cuyo epicentro es Higüey, pero que bien pueden reflejarse en otros lugares del país, pues lo que los sociólogos llaman la idiosincrasia dominicana arropa todos los rincones de nuestra Nación.
Los más exigentes críticos literarios tienen, sin fisura de ningún tipo, un punto de coincidencia general en el sentido de que una obra literaria de calidad debe poseer un tema original, tener una composición fluida, sin fallas esenciales en su estructura semiótica, estar provista de un análisis lúcido de los elementos sociales epocales que le sirven de marco y de manera imprescindible contar con el aliento vital de los protagonistas que la integran y le dan razón de ser.
VIVENCIAS HIGÜEYANAS tiene todo lo anterior y algo más, pues el lector puede comprobar con gran facilidad, que en sus páginas no hay lo que los literatos llaman ripios del lenguaje, que son aquellos elementos que como duendes traviesos convierten las ideas en algo farragoso.
Esta obra está destinada a perdurar con brillo indeleble en la pátina del tiempo, pues su fecundo autor no sólo la hizo con el fervor que siente por su pueblo y sus gentes, sino que no escatimó esfuerzos para dotarla de la potencia dialéctica que la hará invulnerable a las inclemencias implacables del calendario.
Pero es obligatorio precisar que para que un núcleo humano provea del rico material de que se ha valido Don Chichí deben darse determinadas condiciones, que debemos resaltar aquí como un deber ineludible, a fin de colocarnos en la justa perspectiva de entender los alcances de este libro.
Oportuno es, pues, señalar que la pujanza y el dinamismo de Higüey no viene, como muchos creen, por el auge del turismo playero.
Es un proceso que se ha venido concretando desde hace mucho tiempo. Podemos decir que se remonta a varios siglos atràs.
En efecto, el historiador Frank Moya Pons, en una de sus más recientes obras, titulada “La Otra Historia Dominicana”, nos dice (ver pág.41) lo siguiente: “ …La relación de mercaderías de la carabela San Cristóbal redactada a su salida del puerto del Río Yuma en Higüey el 27 de agosto de 1512, contiene 986 cargas de cazabe, 56 fanegas de maíz, 1 fanega de frijoles, 15 arrobas de tocinos, 1 botija de manteca, 25 gallinas, 4 vacas, 4 becerros, 62 puercos, 21 perros y perras, 59 bateas de servicio y 43 bateas de lavar oro”.
De un pueblo como ese se fue formando el barro humano que al cabo de varios siglos ha permitido al periodista, abogado y cronista José De Jesús Reyes obtener el germen creativo o la materia prima necesaria para confeccionar la obra que esta noche estamos poniendo en circulación.
Sin las estrambóticas y variopintas cosas que ocurrían en Aracataca y sus contornos Gabriel García Márquez no hubiera podido escribir las maravillas que sobre Macondo relata en su laureada novela Cien Años de Soledad, y eso mismo podemos decir, haciendo una justa yuxtaposición, de Higüey y don Chichí con relación a este libro.
Muchos son los ejemplos que nos permiten avalar lo anterior, en el sentido de que es todo un proceso de evolución social para que un pueblo sirva de plataforma para crear una obra como esta; pero como para muestra basta un botón es oportuno decir que Higüey sirvió de cuna al primer Simón Bolívar nacido en América. Se llamó Simón Bolívar Hernández, y le apodaban “Mozo”. Se casó en Caracas, Venezuela, con Beatriz de Rojas. En una performance biològica y por una cascada descendente de genes de progenie higüeyana nació en tierra venezolana el 24 de julio de 1783 don Simón José Antonio de la Santísima Trinidad de Bolívar y Palacios, el libertador por antonomasia de la América situada al sur del Río Bravo. Un verdadero “genio de la guerra “, como certeramente lo definió Felipe Francia, en su magnífica obra “Origen remoto de la familia Bolívar.”
Los personajes, hechos, anécdotas y el contenido general de “Vivencias Higüeyanas” nos permiten situarnos en esa novela fascinante, ambientada en el remoto siglo XVIII, titulada “El Siglo de las Luces”, de la autoría del polifacético cubano Alejo Carpentier, con sus frescos de hechos inolvidables para la memoria cotidiana de sus habitantes, con sus paisajes humanos, sus revueltas pueblerinas, las excentricidades de sus personajes más pintorescos, la bondad de sus gentes decentes, la moralidad como divisa resaltante de la dignidad de muchas familias y el gracejo de no pocos. Ellos hacen de este libro, sin exageración de ningún género, una especie de depósito de oro, en el cual podrán, las presentes y futuras generaciones, encontrar la emoción indescriptible que nos brinda la lectura.
Con las acabadas descripciones de una gama amplia de personajes que integran esta obra ( tales como Cotorro, Caìn, RHC, Tarquino, Guanchiro, Lolo, Carmone, Totoño, Chun Barriola, Lilìn y muchos más ) don Chichí De Jesús ha demostrado, una vez más, que de simples trivialidades es posible edificar sorprendentes biografías, por eso tal vez sea correcto reflexionar sobre el significado hondo del pensamiento del famoso escritor Oscar Wilde cuando dijo que “el primer deber en la vida es adoptar una pose.”
Algunos de esos seres humanos bien han podido encarnar a algunos de los que forman parte de la Corte de los Milagros, aquel vividero de proxenetas, prostitutas, mendigos y ladronzuelos del medioevo parisino que tan eficazmente describe el escritor Víctor Hugo en su clásica novela “Nuestra Señora de París”.
La gitana Esmeralda y el jorobado Quasimodo de aquella obra los vemos perfectamente reflejados en algunos de los simpáticos señores que aparecen en “Vivencias Higüeyanas”, incluidos desamores, excentricidades, vivezas y artilugios como medios para malvivir en este valle de lágrimas, pues con los primeros rayos del Sol actúan de una manera y con las sombras de la noche se transforman en lo contrario.
A propósito del “incomprendido” Caín el Terrible, es necesario aunque sea de soslayo, decir que el personaje Avivato del célebre caricaturista argentino Quino, el mismo de Mafalda, le queda chiquito, pues las hazañas de aquel sólo son posibles en un medio como el nuestro, con muchos matices y ribetes de surrealismo.
El autor, como un periodista de fuste que es, tuvo el acierto de recorrer el columbario que sirve de morada eterna a centenares de higüeyanos y desde allí extrajo valiosas informaciones que formarán parte del material que servirá de cantera para que en el futuro otros cultores del saber se nutran y amplíen el florilegio de nuestra patria chica.
Es oportuno aprovechar la ocasión para expresar que uno de los más completos historiadores dominicanos, el higüeyano Vetilio Alfau Durán, escribió el 22 de diciembre del año 1965 en el Listín Diario, que figura en el primer tomo de la recopilación de sus notas periodísticas, que “el primer lugar sagrado para los enterramientos que se estableció en Higüey estuvo continuo a la antigua iglesia parroquial de San Dionisio….que es, sin disputa alguna, el más antiguo del nuevo Mundo, tal como lo aseveró el arzobispo Francisco de la Cueba y Maldonado en carta al Rey de fecha 25 de julio de 1664….El segundo cementerio fue establecido al sur de la villa, como a quinientos metros de la iglesia…el 9 de mayo de 1824 el Prebístero Mariano Herrera y Sabiñón bendijo el Tercero, construido al Suroeste de la villa”.
La cuarta necrópolis, objeto de la reseña en el libro que estamos poniendo a circular esta noche, fue bendecido el 7 de agosto de 1883 por el sacerdote Apolinar Tejera, y ampliado en el año 1910. Todavía se reciben piamente allí cadáveres.
El último está enclavado en la ruta hacia las secciones Matachalupe y San Pedro, en el lado oeste de la hoy pujante ciudad de Higüey.
En esta obra hay de todo, como en las boticas antiguas, por eso el lector más avispado se encontrará con la grata noticia de que era higüeyano el ilustre independentista Felipe Alfau, uno de los nueve integrantes originarios de La Trinitaria, aquella sociedad secreta ideada por el más puro de los dominicanos, Juan Pablo Duarte, que se convirtió en el germen y madre nutricia de nuestra libertad.
También comprobamos que Vicente Celestino Duarte, hermano del eximio fundador de nuestra nacionalidad, vivió en Higüey y se encargó de reclutar y orientar a los que desde aquel apartado rincón del oriente del país marcharon en zafarrancho de combate a librar, con su coraje, patriotismo y dignidad, las batallas que sustentaron la Independencia Nacional.
Sin dejar de mencionar que figuras aguerridas como Nicolás Rijo, Antonio de Aza, Pedro Livio Cedeño, Juan Andrés Gatón, Baltasar Belén, Florencio Soler, Manuel Garrido Villavicencio, Ignacio de Peña, Vicente Ramírez, Juan Villavicencio, Eustaquio Ducoudray, Félix Servio Ducoudray y muchos otros dejaron estampados sus nombres con letras doradas de proceridad en diferentes tramos de nuestra accidentada historia.

Sin obliterar que hemos tenido glorias en muchas actividades de la vida, tanto en las artes, la religión, como en las ciencias y los deportes. Ahí están, como columnas dóricas imbatibles, Juan Fèlix Pepén Solimán, Ramón Benito de la Rosa y Carpio, Ramón Marrero Aristy, José Rijo De la Cruz, Chiquitín Payán, los Hermanos Rosario, Dionisio Mejía (Guandulito), Luciola Pión, Vetilio Alfau Durán, para sólo mencionar algunos.
Pero para reconfirmar lo dicho antes, de que este libro es un abanico que abarca muchos escenarios, no podemos olvidar que en èl se detallan hechos tristes que nos hacen recordar al genial y atormentado escritor norteamericano Truman Capote y su subyugante novela A Sangre Fría.
Magistralmente trabajado en la obra es el caso de uno de los personajes novelescos de las estampas folclóricas de nuestro pueblo: El Rey Tarquino Primero . Manso, decente, humilde pero presumido, parlanchín e inofensivo, pero con sus zapatillas cerebrales desencajadas.
Eran famosos sus monólogos relatando sus amores con la desdichada atriz Marilyn Monroe.
Al Rey Tarquino Primero podemos compararlo, en una faceta de su vida, con el esquizofrénico paranoide Luis II, Rey de Baviera, quien se hacía llamar por su prima y amiga ìntima, la emperatriz Sissi, con el sugestivo apelativo de Aguila y a ella la llamaba Gaviota.
Mientras el rey bávaro se identificaba como Aguila el rey de nuestra historia pueblerina fruncía la frente y ordenaba que se observara en ella la formación de una águila, a quien èl señalaba como la guardiana suprema de sus imaginarios dominios.
Otra sorprendente coincidencia de estos dos personajes es que el germano suprimió sus deseos sexuales bajo el prisma de dogmatismos religiosos y el nuestro se jactaba, con su voz aflautada de barítono bajo, de que nunca había sido infiel a la Marilyn de sus delirios.
Desde la página 52 hasta la 54 el autor hace un verdadero catálogo de novios, novias, pretendientes, amores consumados, otros fulminados como simple humo de paja y algunos play boys de ámbito reducido a los contornos de nuestro pueblo. Esas notas informativas dejarán a muchos de sus descendientes boquiabiertos.
Nos consuela saber que como en Higüey nunca ha habido Capuletos y Montescos, en ningún caso esos amoríos terminaron como el drama sangriento de Romeo y Julieta, que tan maravillosamente nos narra William Shakespeare.
John Wain, en su obra “El Mundo vivo de Shakespeare” dice: “Cuando un amor que es total, sin término medio, generoso, se encuentra con un obstáculo demasiado pesado para ser apartado, la naturaleza trágica de la vida humana ilumina hasta el fondo”. Hasta ese punto no llegò nuestro querido amigo Macho Cedeño con su una vez Dulcinea Turena, como bien narra el autor en el capìtulo VIII.
Resumo diciendo que desde mi humilde punto de vista estamos en presencia de una obra fundamental para entender lo que han sido a través de la historia Higüey y sus gentes.
Chichí De Jesús Reyes, con su simpatía inagotable, con su don de gente, con su capacidad para convocar voluntades, con su esfuerzo como recopilador de hechos trascendentales, como magnífico expositor de las vivencias de personajes y acuarelista literario de paisajes, con la facilidad de burilar páginas sublimes con su pluma de periodista sagaz y con su amor por su tierra natal, ha hecho con este libro, “Vivencias Higüeyanas” ,un aporte de extraordinario valor que las presentes y futuras generaciones deberán reconocer colocando su nombre con caracteres inmarcesibles en las páginas amarillentas de nuestra historia literaria.
Teófilo Lappot Robles
Santo Domingo, Distrito Nacional, capital de la República Dominicana, a los veinte (20) días del mes de noviembre del año 2008.

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