jueves, 1 de septiembre de 2011

NOSOTROS Y EL POETA KRIK

Desde que el hombre apareció sobre la tierra ha habido problemas generados por la incomprensión de unos hacia otros.
Las diferencias siempre están presentes donde quiera que hay seres humanos: unas veces encubiertas, pero las más de las veces a campo abierto.
Por más que se proclame la igualdad ante Dios y ante la ley, a la hora de observar el desenvolvimiento social uno se encuentra con notables diferencias.
Esas diferencias, como está demostrado, son las causantes de la tirantez en que se ha desenvuelto la vida de la humanidad.
Necesitamos vivir con menos diferencias entre unos y otros. Ese es un grito que debe llegar al corazón de los poderosos. Los que siempre han tenido la sartén cogida por el mango deben someterse a una austeridad real, pues no es conveniente vivir con tantos privilegios en medio de la miseria que abate a nuestro pueblo.

Se observa que el gobierno lleva un tren de gastos que supera sus posibilidades, constituyendo eso una bofetada para los hambrientos de nuestro país.

Muchos creen que si no son opulentos y si no demuestran esa riqueza, no están en nada. Olvidan aquella sabia expresión del filósofo Séneca ¨Mira al avaro en sus riquezas pobre”.

La sencillez debe primar entre nosotros, el exhibicionismo y la fastuosidad deben quedar atrás para beneficio de todos.

A ese respecto el Papa Juan XXIII señaló en cierta ocasión ante reproches por su comportamiento sencillo, que: Frecuentemente, esta humildad es silencio; esta dulzura puede parecer debilidad. En realidad, es fortaleza de carácter y gran dignidad de vida; es indicio de valor seguro, incluso en el sentido del encauzamiento pacífico de fáciles relaciones entre hombre y hombre¨)Disc. I Pág.. 64; citado por Socio Pezzela en su libro ¨Qué ha dicho verdaderamente Juan XXIII¨).

Los problemas sociales en nuestro país son tan profundos que nadie se escapa a ellos: de una manera o de otra todos tenemos que trabajar bajo el juramento de, por lo menos, disminuir un poco las tensiones, pues de lo contrario iremos a parar a la fosa del diablo.

Monseñor Juan Félix Pepén señala, en la página 132 de la tercera edición de su obra Educación de la Conducta Humana que : ¨..... la sociedad, por medios legítimos, debe oponerse a todo privilegio de unos ciudadanos en perjuicio de los otros, porque el derecho a disfrutar de las cosas creadas por Dios es igual para todos...”

Ni más ni menos, eso es lo que hay que hacer. Pero hay que hacerlo desde ahora, porque después puede ser tarde.
Las diferencias no son sólo de tipo social, sino que tienen carácter mucho más amplio. Los anales de la humanidad son fuentes de extraordinaria importancia para el conocimiento de los graves problemas generados por las diferencias y las discriminaciones que ocurren diariamente entre los hombres.
Muchos se han ido tan lejos que han vendido la idea de que las desigualdades entre los hombres son producto de la elaboración divina, olvidan que “creó Dios al hombre a imagen suya; a imagen de Dios le creó, los creo varón y hembra (Génesis 1,27). Más claro, ni el agua.
Por ejemplo el Código de Manú, que es libro sagrado de la India, que data del siglo tres antes de Cristo, predica abiertamente la desigualdad social y señala que la división de la sociedad en castas hereditarias es una creación divina.
Paro los redactores del Manú, la casta “superior” de los brahmanes, la ha creado de sus labios el señor del Mundo; la de los chatrias, de sus manos; la de los vaisias, de sus caderas; y la casta “inferior”- los sudras- la ha creado de sus pies.
Traigo eso a referencia porque estamos viviendo en una época donde la crisis de valores ha llegado a profundizar tanto en la sociedad que uno se siente a veces desanimado ante tanta iniquidad cotidiana.
Las engañifas, los robos, las estafas y los abusos de confianza se producen con una naturalidad pasmosa, al extremo de que la gente tiene un gran temor al salir a las calles pues se mantiene la idea de que los atracadores hagan de uno presa favorita de sus acciones vandálicas.
No es posible seguir viviendo en un ambiente tan injusto, donde unos pocos tienen de todo y la inmensa mayoría de la población no cuenta ni siquiera con un mendrugo para engañar al estómago.
El 1981, por qué no, puede ser un año rectificador. Nadie pide que los millonarios regalen todo lo que tienen. Lo que si se exige es que ellos den a sus riquezas un destino social correcto para que los pobres (trabajando) puedan vivir decentemente, que puedan alimentar, vestir y educar a sus hijos.
Nuestra sociedad requiere cambios profundos y urgentes, toda vez que la incertidumbre social es una cantera rica para producir delincuentes.
La democracia, sistema político bajo el cual nos cobijamos los dominicanos, no consiste solamente en que se pueda elegir presidente de la República, síndicos, senadores, y diputados cada cierto tiempo. Sus bases son más amplias, su fundamento es más profundo. Sus posibilidades son más humanas que como se desenvuelven en la amarga realidad que vivimos.
La democracia es, en realidad, un concepto de una dimensión mucho más gigante que la que estamos acostumbrados a ver por estos lares. Ella abarca un amplio abanico de realidades y las elecciones son un elemento imprescindible, pero no exclusivo, de ese sistema político.
“Los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres”, esa expresión es un campanazo de alerta para todos; es la señal que motiva una nueva orientación social para evitar consecuencias fatales.
Solo en sociedades donde la injusticia es tan marcada, como la nuestra, pueden ocurrir hechos de esa naturaleza.
Nos dejamos llevar de las pasiones y de las modas. Creemos a pie juntillas en el derroche de propaganda comercial y como resultado de ello somos víctimas del consumismo. Nos destrozamos unos a otros sin la menor compasión, como si fuéramos fieras salvajes incapaces de asimilar las cosas buenas con que estamos dotados.
La poesía, como máxima expresión artística de la lengua, ha jugado un papel de mucha importancia en la lucha de los pueblos por encontrar un destino mejor.
Cuentan los historiadores que Don Horacio Vásquez, que era un hombre duro, lloraba leyendo poesía. De ahí que es posible pensar que un fragmento de poema puede poner a pensar a mucha gente.
Por esa razón y para que se vea que pese a que desde siempre ha existido la explotación (o por lo menos desde hace muchos siglos), también siempre se han alzado voces valientes que han denunciado las desigualdades sociales, como es el caso del poeta armenio Krik, quien vivió a fines del siglo trece (13) y principios del catorce (14) y quien reflejaba en sus versos la penosa situación de los campesinos y de las masas empobrecidas; aquí reduzco un fragmento de uno de sus mejores poemas:

“Uno tiene miles de caballos y
mulas,
El otro, ni una cabrita ni una
oveja;
Uno tiene miles de monedas de
oro,
El otro, ni una de cobre;
Uno, seda y púrpura,
El otro, ni una bufanda de lana;
Uno, terciopelo y raso,
El otro, ni una camisa;
El Canalla se impone en todas
partes,
El honesto pierde todo;
Uno se enriquece robando a los demás,
Otro, entre sus prójimos se empobrece”.
Teófilo Lappot Robles
Publicado en la Revista Amigo del Hogar, enero 1981.


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